Posted by : El día del Espectador noviembre 08, 2013



 HUGO MUGNAI


A sabiendas de que la situación de nuestro cine es crítica y que la industria se desmorona de forma aparentemente irremisible, es de agradecer que se sigan haciendo películas, sean del tipo que sean. Por eso últimamente afloran en nuestras salas películas como Stockholm; filmes con una producción pequeña que se sustentan sobre una propuesta sencilla pero que puede funcionar. Y es que contar historias no tiene por qué ser difícil.

Stockholm, escrita y dirigida por Rodrigo Sorogoyen, es la historia de dos personas muy diferentes que se encuentran en un escenario de lo más normal. No es más que un “chico conoce chica”. Él (Javier Pereira) se enamora perdidamente de ella (Aura Garrido) en una fiesta y, a pesar de las continuas negativas de la chica, no se da por vencido y la acompaña a casa.

Es posible que la sinopsis resulte de lo más manida, pero si bien es cierto que Stockholm se basa en esa archiconocida premisa, Sorogoyen decide contarnos lo que ya conocemos de manera diferente, haciendo que la narración se desarrolle de forma sobria y sencilla pero efectiva. Así, vamos conociendo a los protagonistas a través de un diálogo continuo, mediante un tira y afloja que funciona sorprendentemente bien (lo cual es un alivio, pues toda la película se cimienta sobre esa idea).

No es fácil entender a una genial Aura Garrido
Cuando la película comienza a desgastarse por su sencillez, el argumento gira 180 grados. Se da la vuelta a la tortilla y todo lo que parecía que sabíamos sobre nuestros personajes da un vuelco, haciéndonos ver que lo que creíamos ser de noche probablemente no coincida con lo que realmente somos de día. A partir de este momento el espectador tiene dos opciones: dejarse convencer por el giro -a pesar de su brusquedad- y seguir disfrutando de la película, o no pasar por el aro -cosa también muy comprensible por la falta de justificación narrativa- y observar el resto del metraje ajeno a los personajes, extrañado por lo absurdo de la situación.

Tanto Javier Pereira como Aura Garrido cumplen con creces en sus respectivos papeles, a pesar de que en ciertos momentos la construcción de los personajes puede resultar algo extraña o antinatural. Pero desde los primeros diálogos queda claro que los dos tienen química, y que el metraje tendrá aseguradas buenas interpretaciones.

Al día siguiente la gente cambia...
Pero probablemente el mayor problema de Stockholm se encuentre en la narración. Y es que si bien su propuesta de simplicidad es de agradecer, el guión resulta algo endeble a la hora de hacernos comprender a los protagonistas, sus motivaciones, por qué toman ciertas decisiones o tienen determinados rasgos, que quedan injustificados dejando una sensación de aspereza e insatisfacción algo amarga.

En cualquier caso nadie puede negar que la dirección del novel Sorogoyen es atrevida -aunque algo inestable- y que parece despuntar como uno de los directores de futuro del cine español hecho en España (si es que aún podemos aspirar a mantener algo así) con este relato sobre el contacto humano, el enfrentamiento entre dos voluntades opuestas y nuestra forma de relacionarnos.

NOTA: 6’5

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