Posted by : El día del Espectador septiembre 27, 2013



Mapa de la distancia que recorrió la Kon-Tiki a la deriva.
En la pasada edición de los Oscars fueron cuatro las cintas nominadas a Mejor Película de Habla No Inglesa: la canadiense Rebelde, la danesa Un asunto real, la chilena No, la austríaca Amor y la noruega Kon-Tiki. Ostentando el título de la película noruega más cara hasta la fecha, Kon-Tiki (Joachim Rønning, Espen Sandberg) narra cómo Thor Heyerdahl atravesó el Pacífico en nada más que una balsa en 1947. Heyerdahl, etnógrafo y aventurero, propuso la teoría de que los actuales habitantes de Polinesia eran los descendientes de colonizadores peruanos llegados alrededor del siglo V. Tomado por loco por la comunidad científica, dado que el pueblo peruano de la época carecía de nociones de navegación en alta mar y teniendo en cuenta que la distancia era de 6900 km, Heyerdahl convenció a un grupo de compatriotas para construir una balsa y probar que era posible realizando ellos mismos la travesía. La balsa, llamada Kon-Tiki, les llevó a la deriva durante 101 días de incertidumbre hasta que arribaron a las islas Tuamotu, cumpliendo su misión con éxito.

Torstein (Jakob Oftebro) y Knut (Tobías Santelmann) pescan un tiburón.
La película, considerada una La vida de Pi noruega, relata no sólo el extraordinario viaje, si no también las dificultades para hacerlo posible y la personalidad de Heyerdahl. La comparación con la cinta de Ang Lee es inevitable principalmente por una fotografía espectacular, unos efectos especiales bastante conseguidos (teniendo en cuenta que Noruega no es una potencia cinematográfica) y el poder de una gran historia. Los planos que consiguen por un lado sus realizadores y por otro su director de fotografía Geir Hartly Andreassen provocan la sensación en el espectador de que aquellos hombres viajaron a una luminosa utopía de agua y criaturas extraordinarias. Especialmente conseguida está la escena en la que un enorme tiburón ballena merodea alrededor de la balsa porque consigue enmudecer al público y provoca una mezcla entre fascinación y miedo realmente valiosa.

Thor (Pål Sverre Hagen) filma la Kon-Tiki en compañía de tiburones.
A pesar de tener una gran historia y unos efectos especiales a la altura de Hollywood, el desarrollo de la película se queda flojo. Podríamos decir que se trata de una película correcta sin más, visualmente singular pero que no es capaz de convencer en ciertas partes, quizá debido a unas interpretaciones endebles o a un tono que intenta imitar demasiado al cine de aventuras estadounidense. La aventura noruega en los Oscars ya es historia: Amor se llevó el premio ampliamente y Kon-Tiki volvió a Noruga con las manos vacías. Y sin embargo, la historia de Thor Heyerdahl ya le dio al país nórdico el primer Oscar (tiene dos) de su cinematografía. Durante su travesía por el Pacífico, Heyerdahl llevó consigo una cámara de 16mm con la que filmó la vida a bordo, dando lugar al documental también llamado Kon-Tiki (1950). En él, narrado por el propio aventurero, se puede ver cómo recogían peces voladores extraviados, cómo pescaban peces delfín y tiburones y qué tal sabía el plancton del que también se alimentaban. También se pueden ver imágenes reales del encuentro con el tiburón ballena y, gracias a la ayuda de un bote, de la propia balsa a la deriva por el océano. Tenemos la oportunidad de saber cómo era una jornada en la balsa, que en días tranquilos les permitía estar ociosos (uno construía una maqueta de la balsa, otro tocaba la guitarra, otro cocinaba…) y en días tempestuosos les tenía trabajando las 24 horas para evitar el naufragio. Heyerdahl aprovecha para explicar la historia de Tiki, un personaje mitológico que para los peruanos navegó los mares y desapareció al anochecer y que para los polinesios llegó al amanecer y es el padre de todos ellos. El éxito de la travesía y del documental no sólo sirvieron a Thor Heyerdahl para demostrar que no era un loco suicida, si no que también probó que se podía realizar ese largo viaje en tan solo una balsa.

La balsa original se expone en el museo Kon-Tiki (Oslo).
Dos películas diferentes y una sola fascinación: los sueños locos dejan de serlo cuando se logran. Thor Heyerdahl desafió al mundo con una empresa por muchos considerada imposible y probablemente mortal. Su personalidad dio lugar a Kon-Tiki (1950) con gran éxito e inspiró Kon-Tiki (2012), que en ausencia de Haneke, se habría llevado el Oscar con total seguridad. Lo que está claro es que con frecuencia la realidad más descabellada supera a la ficción más trabajada y gracias a Thor Heyerdahl todos nos atrevemos a sentirnos más aventureros y más curiosos sobre nuestro mundo.

NOTA: 7 (2012) y 9 (1950)       

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