Posted by : El día del Espectador agosto 10, 2013

ÁLVARO TEJERO

Renoir (ese pretendido biopic sobre los últimos años del pintor Auguste Renoir) puede recordar en su comienzo a esa pequeña joya que es La joven de la perla, en la que una musa inesperada servirá de inspiración a un gran pintor. La realización de grandes obras inmersas en una historia atrayente. Porque no hay que olvidar que pintura y cine son dos medios diferentes, uno estático y otro dinámico.

Ese inicio prometedor y lleno de agujeros sin cerrar se diluye con la entrada en escena del hijo del pintor, el no menos famoso Jean Renoir. El director Gilles Bourdos se encuentra en sus manos con dos de las figuras culturales más importantes de la Francia contemporánea e intenta tratarlas con tanto respeto y cuidado que elimina cualquier atisbo de emoción y sorpresa. Convierte una época histórica apasionante en algo demasiado medido gracias a unas historias personales vacías de interés.




Y lo peor de todo es que a pesar de buscar un equilibrio entre las figuras del padre y su hijo termina decantándose inconscientemente por Jean, que es quien de verdad le interesa. Pero lo hace sin convicción, lo que provoca la paradoja  de que los mejores momentos de la película sean los referentes al pintor y su visión de la vida, ese intento por eliminar la oscuridad y quedarse únicamente con lo bello.
El trío protagonista
Bourdos también desaprovecha todos los temas que van surgiendo (relación padre-hijos, el papel de la mujer en la residencia Renoir, la sombra artística que ahoga a los vástagos del pintor, la Gran Guerra...) para centrarse en un melodrama romántica que no cuadra con la sucesión de cuadros estáticos con los que está construido el relato.

Un ejemplo de la captación de la esencia de la pintura de Renoir
Lo que si se consigue de manera increíble es reproducir la luz y la esencia de la pintura de Auguste Renoir a través de una iluminación prodigiosa, una fotografía preciosista y una composición de los planos medida al detalle. Un Auguste Renoir que hace suyo el actor Michel Bouquet y que contrasta en demasía con la falta de química entre el inexpresivo Vincent Rotties (Jean Renoir) y la exhibicionista (emocionalmente) Christa Theret; la pareja sobre la que intenta sostenerse Renoir. Un trío emocional 

La pintura está viva, el cine no tanto.

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