Posted by : El día del Espectador agosto 04, 2013

ÁLVARO TEJERO


Lobezno Inmortal, mucho mejor el título original The Wolverine, no es una película de superhéroes durante una 1 hora y 50 minutos hasta que se ve obligada a ceder ante las exigencias de los que mandan. Durante esas casi dos horas, The Wolverine se convierte en un ente independiente de la guerra actual entre Marvel y DC; una película elegante, sólida y con personalidad gracias a la figura de su director James Mangold.

Mangold, director de las magistrales En la cuerda floja (2005) y El tren de las 3:10 (2007), vuelve a realizar un encargo tras la floja y anodina Noche y Día. Su carrera podría entrar en caída libre, pero demuestra que es el último gran artesano del cine de Hollywood; y consigue llevar la cinta a terrenos que le son conocidos, el western, las relaciones paterno- filiales o un protagonista de vestimenta negra para ofrecer un thriller corporativo sobre un hombre que huye de sí mismo y del mundo, pero que deberá ceder ante lo inevitable (una mujer como casi siempre) de su naturaleza como un pistolero que no puede dejar de empuñar su revólver.


Las armas de Lobezno son sus garras y su inmortalidad y aquí lo más interesante es la vulnerabilidad de la que hace gala durante gran parte del metraje y que ofrece los mejores momentos de la cinta, como esa persecuación perfectamente montada tras el funeral de Yashida. Mangold y su equipo también aprovechan los escenarios exóticos japoneses y se nutren de la llamativas tradiciones niponas para enriquecer el relato, luchando con unos diálogos en ocasiones demasiado cursis y algunos personajes que realmente sobrarían si la película no se llamara Lobezno.

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Además, un Logan más torturado que nunca de la mano de un Hugh Jackman que podría asemejarse a Eastwood, Gibson o Willis en algunos de los personajes que les han hecho famosos. Demasiado humor para una historia que se atreve tangencialmente con la bomba atómica en un intento de ofrecer un mensaje conciliador.

The Wolverine gana con los yakuzas, con el contraste entre campo y ciudad, entre tradición y avance tecnológico, en la humanidad de Lobezno ofreciendo además un par de secuencias para el recuerdo (el tren bala y el poblado nevado dan fe). Lástima de las cesiones innegociables y de la manía de convertir cintas violentas en aptas para 13 años y así llenar las salas con todo el público posible. Mangold tira de fuera de campo, de su gran montador habitual Michael McCusker y de la poderosa banda sonora de Marco Beltrami para camuflarlo, pero aun así seguro que gana con el anunciado corte R para Blu Ray.

James Mangold dando instrucciones
Todavía hay críticas que proclaman que no es la película que de verdad se merece el personaje de Lobezno. Estoy de acuerdo, pero con las condiciones de producción en que se realiza es lo máximo que puede hacerse, y Mangold lo cumple.




NOTA: 7,5 / 10

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