Posted by : El día del Espectador mayo 17, 2013



            Alta Films cierra. Y con su cierre no solo nos perdemos casi todos los cines Renoir, también desaparece el principal distribuidor de cine de autor de nuestro país. Ya casi no se podrá disfrutar en salas de películas europeas de segunda línea comercial como la holandesa Kauwboy (Boudewijn Koole), seleccionada para representar a Holanda en los Oscars 2013. El cine de autor se merece una defensa enérgica en un momento marcado por la decadencia de la cultura. Kauwboy es un ejemplo paradigmático de ese cine por poner en práctica una visión intimista sin ningún tipo de pretensión más allá de entretener con una historia cercana. Jojo, un vital niño de 10 años, vive con su rígido padre tras la muerte de su madre. Un día encuentra un polluelo de grajo y a pesar de la rotunda y violenta negativa de su padre, Jojo consigue esconder a su nuevo amigo con el que aprenderá poco a poco acerca de la vida.

            La película reflexiona sobre cómo cada persona afronta la muerte del ser querido. Cuando alguien tan querido como una madre o una esposa desaparece, nuestro universo se tambalea y sus cimientos se vuelven frágiles como el cristal. Cada uno intenta reforzarlos como buenamente puede: el padre se encierra en sí mismo y cuando se le obliga a salir de su zona de confort recurre a la agresividad; y el hijo, que “habla” por teléfono con su madre, se convierte él mismo en madre del polluelo, teniendo nuevamente alguien a quien amar. El problema llega cuando los refuerzos de uno interfieren sin querer en los del otro. Jojo quiere adoptar al grajo en casa mientras que el padre no quiere animales ni plantas en el interior. Ambos evitan hablar de la muerte y pretenden superar el dolor encerrándose en su propia burbuja, pero ese dolor, esa rabia que provoca la muerte explota por otro lado: la relación padre-hijo. El no afrontar su muerte convierte una relación antaño estrecha en un camino de piedras afiladas. La intransigencia del padre es incomprensible para Jojo, que lo entiende como un ataque gratuito, mientras que el progenitor cree que es la decisión más adecuada, de esa forma evitará nuevo sufrimiento a su hijo cuando el grajo muera (“siempre mueren”, le dirá en un momento). Sin embargo, ni uno entiende las dificultades que un padre debe afrontar para mantener a su hijo, ni otro entiende todo lo que se puede aprender criando a un animal.

             Porque Kauwjack, que es el nombre del grajo, enseña a Jojo a responsabilizarse por alguien, a luchar por lo que uno mismo cree sin fisuras, a respetar a los demás, y, en definitiva, a amar de nuevo. Kauwjack se convierte en el mejor amigo de Jojo, que consigue mantenerle con vida a pesar de la opinión generalizada. Pero lo que el pájaro significa en la película es ese momento en el que nos hacemos mayores y echamos a volar en la vida. Jojo es un polluelo cayendo desde el nido que consigue desplegar las alas y volar. Ya no es un niño-polluelo que necesita que decidan por él, como siempre hace su padre. Ahora ha crecido y podrá ir tomando sus propias decisiones. Esa es la película, ese es el mensaje de Boudewijn Koole: aprender a volar no es fácil ni para los padres ni para los hijos y la muerte de un ser querido no debe impedir que se emprenda el vuelo.

            Los valores de Kauwboy son tanto Rick Lens (el niño protagonista) como Boudewijn Koole (director). El niño Rick, adorable a más no poder, se hace con la película y ni siquiera un actor mayor y teóricamente curtido como Loek Peters (el padre) consigue hacerle sombra. Rick consigue que nos creamos a ese niño deseoso de vivir desde el minuto uno, sobre todo en la forma que tiene de interactuar con el grajo Kauwjack. Por otro lado, Koole deleita al espectador con una parquedad visual más plástica de lo que parece, sobre todo gracias al montaje basado en el jumpcut casi continuo. Utilizando siempre luz natural, ya sea en los interiores o exteriores, esta tiene mucha homogeneidad: la elección de Koole es la de no significarse explícitamente a través de la luz, con una imagen de      saturada que simboliza la vida gris que llevan los personajes tras la trágica muerte.


             Este es un ejemplo del cine de autor que verá limitado su acceso a salas españolas por el cierre de Alta Films. Una historia tan buena o mejor como cualquier otra protagonizada por Kodi Smit-McPhee o Haley Joel Osment (en su día). Y, sin embargo, precisamente el cine que más ayuda podía necesitar se ve abocado a la desaparición. ¿Es que ya solo podremos ver Transformers y superhéroes? El público español se merece una oferta cinematográfica lo más amplia posible. Por tanto animo enérgicamente a quien lea esto a que no dude ni un instante en ver Kauwboy en un cine, que aporte su granito de arena si le interesa el buen cine. Defendámoslo.

NOTA: 7

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