Posted by : El día del Espectador septiembre 06, 2013



            Con un vergonzoso retraso hasta el mes de septiembre de 2013, Cruce de caminos ha podido verse en Francia antes incluso que en Estados Unidos. Protagonizada por Ryan Gosling y Bradley Cooper, la película narra cómo Luke (Ryan), motorista de circo, intenta hacerse cargo de su recién descubierto hijo de un año utilizando su talento sobre las dos ruedas para robar bancos. Sin embargo, el agente y padre de familia Cross (Cooper) intentará ponerle freno, enredando sus vidas sin remedio.

             Cruce de caminos es una historia griega de ascenso y caída, de seres que tropiezan varias veces con la misma piedra, de hombres que luchan por hacer lo correcto aunque a otros no se lo parezca, y todo por amor a sus hijos. La gran historia de la película se teje con tres tramas distintas: la del motorista Luke, la del policía Avery y la que ambos dejan tras de sí. La de Luke, más espectacular y tierna que el resto, se sostiene gracias a cómo un padre neófito con problemas de inadaptación intenta formar parte de la vida de un hijo al que no conoce y teme no conocer nunca. Aderezada con la interpretación de un Ryan Gosling hierático sospechosamente parecido al protagonista de Drive y con una Eva Mendes que suple la aparente falta de intensidad de su compañero, es la trama más emotiva y visceral, en la que los sentimientos intentan aflorar en el espectador. Pero no está a la altura de la historia del agente Cross. Las vicisitudes de este policía que, a su manera, también lucha por hacer lo correcto y darle a su hijo pequeño un futuro próspero, se desgrana con mucho más interés porque da la sensación de estar viendo una película completamente distinta. Su interprete Bradley Cooper da vida a un personaje con más sentimiento que el de su compañero y por eso su historia se sostiene mejor. El último acto es el que tanto el personaje de Gosling como el de Cooper provocan con sus elecciones. Para no desvelar más, digamos que resume la idea de que nuestras acciones repercuten en quienes nos rodean sin que podamos evitarlo. La película podría haber ganado mucho con esta última historia que es el broche a una extensa reflexión de malograda profundidad sobre la responsabilidad de uno mismo hacia quien ama.


         Estas historias se combinan en una sola en la que todos los personajes tropiezan dos veces con la misma piedra, en la que cada generación intenta evitar los errores de la precedente sin lograrlo. La estructura de la película es cíclica y abarca un periodo total de unos 15 años en el que abuelos, padres e hijos retoman los roles de sus progenitores ya sea por los azares de la vida o por elección propia. Lo importante es que al final de la película nos encontramos casi en el principio, dando pie a que la historia se repita de nuevo sin saber muy bien si nuestros protagonistas han aprendido algo.

            Estas son las conclusiones a las que se llega tras un análisis posterior de la película. Sin embargo, el filme no se muestra tan atractivo como podría parecer. En primer lugar, su estructura compartimentada desorienta al espectador, que al principio se pierde al no entender la relación entre la primera historia y la segunda. Es solo con el desarrollo de su última parte cuando las piezas van encajando y los significados de cada historia se combinan. Pero hasta ese momento el espectador intenta seguir la película confuso por los cambios de personajes y localizaciones e intentando cambiar el chip. En cuanto a la dirección, Derek Cianfrance hace una labor irregular con destellos interesantes. La práctica totalidad de la película podría pertenecer a cualquier drama hollywoodiense del que ya conocemos las sensaciones, por lo que parece que no hay voluntad de tirarse a la piscina y hacer algo nuevo. Pero sí hay ciertos momentos, planos aislados, escenas cortas, en las que el director de Blue Valentine demuestra cierto genio, como el plano secuencia inicial de la película, el uso de grúas para poéticos planos de carretera o primeros planos largos que permiten a los actores demostrar su valía. A favor de la película hay que hablar de un muy bien llevado reparto coral, tanto en las interrelaciones de los personajes como en las interpretaciones de los actores. Ya hemos mencionado a un Bradley Cooper en uno de sus mejores momentos, pero también tenemos a Eva Mendes, el siempre fantástico Ben Mendelsohn y el joven y a menudo perturbado Dane DeHaan.


            Cruce de caminos es una película pretenciosa e incapaz de dar una visión original de las relaciones entre padres e hijos. Será una buena película para ver en televisión un sábado por la tarde, pero en el cine cansa por momentos. Lo mejor: Bradley Cooper y la banda sonora. Lo peor: es muy irregular.

NOTA: 6

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  1. Buena página de cine. MI blog es: http://todocinemaniaco.com.

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    1. Gracias! La vuestra también está muy bien, sobre todo el diseño! Un saludo, y no dejes de hablarle de nosotros a tus amigos!

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