Posted by : El día del Espectador febrero 06, 2013


HIMAR R. AFONSO



En el Festival de Sundance se presentó la ópera prima de Benh Zeitlin, con un gran éxito, que siguió en Cannes, para acabar nominada a los Oscars en las mejores categorías, incluyendo película y director. No pasa desapercibida la estrategia comercial de la Academia por incluir entre sus favoritas la que sin duda será, tras esta bochornosa jugada, la “mejor película indie del año” para el gran público; pero más allá de estos aspectos meramente comerciales y tan ajenos a la película, lo cierto es que se trata de una obra increíble, mágica y bella.

El director americano ha recogido el trauma sureño post-katrina para situarlo en la descontextualizada región infrahumana de la cual sus habitantes se niegan a salir. La traducción de ese aislamiento se compagina con la paranoia y los temores del fin del Mundo, del anunciado cambio climático y el desprendimiento de los cascos polares, que liberarán a antiguas criaturas del pasado que vienen a desencajar las piezas del Universo. A través de los ojos de Hushpuppy (la prodigiosa Quvenzhané Wallis), se nos muestra el resultado que la devastadora Naturaleza dejó en las comunidades sureñas de Estados Unidos que, contra todo pronóstico, se ataron más aún a la tierra y se acercaron más aún a los límites que separan al Hombre de la Bestia, haciendo florecer tendencias sociales que repudian la Civilización, de encontrar la libertad fuera de su estructura.

Ahora que las bestias vuelven, el esfuerzo y la lucha por sobrevivir en el lugar indomable que nadie quiere se cuestiona aún más, y la soledad y la ausencia de protección (sea de Dios, sea de Mamá), resulta más insoportable. Es entonces cuando se evidencia la separación total del Sur y el Norte, no en el sentido de Hacia el Sur (Vers le Sud, 2005), de Laurent Cantet, donde se rebasaba la desconexión social del Primer Mundo y el Tercer Mundo, sino una separación espiritual y cultural que tiene mucho que ver con el abandono denunciado en Treme (2010) de David Simon, una serie televisiva que toma la vía realista pero que, inevitablemente, está estrechamente relacionada con Bestias del sur salvaje (Beasts of the Southern Wild), que responde a ese realismo mágico al que han acudido antes películas como En América (In America, 2002), de Jim Sheridan, donde también contemplamos la perspectiva (la realidad) de una niña. Este aspecto implica que la trama empírica del relato cobre una importancia nivelada con el discurso crítico que se expande a través de los uros que destruyen todo lo que pisan y la tierra devastada y muerta. Y en ese relato, la relación del padre y la hija resulta auténtica y sufrida, dos almas perdidas, una por el dolor y otra por la juventud, que sin embargo son capaces de comunicarse en ese salvaje estilo de vida y asumiendo las ausencias y el destino de cada uno.

Lo más interesante de esta obra es la aparente desconexión entre ambos discursos a pesar de su igualdad en importancia, pues el simbolismo de las criaturas ancestrales, del significado que tienen en relación con la angustia del fin de los tiempos, la “melancolía” del Sur (otra interpretación que conectaría con la película de Von Trier), no se interrelaciona directamente con el drama social y la historia de Hushpuppy o su propia “construcción del Universo”, sino que poco a poco se contempla como un conjunto inconexo que, no obstante, se derrumbaría sin la otra parte; y el monólogo en Off de la protagonista con frases que parece haber escuchado (si bien también parece que las entienda) y que devuelve la conexión de todas las ramificaciones de la obra, la convierten en un símbolo del propio sentimiento animal y racional de la historia reciente de las tierras de ese “sur salvaje” (una niña de seis años). No parece ya tan claro que las bestias sean esas terribles criaturas que se acercan, que vienen a representar el temor a vivir fuera de la sociedad, “al otro lado del dique”, y es preciso encontrar la verdadera esencia de cada uno, a pesar de los peces muertos, a pesar de las hojas caídas y los árboles secos.

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